CNIC y Fundación Occident celebran una jornada científica dentro del Programa de Investigadores Visitantes

CNIC y Fundación Occident celebran una jornada científica dentro del Programa de Investigadores Visitantes

El programa Investigadores Visitantes, que comenzó su andadura en el año 2008, tiene un gran reconocimiento en el área de la investigación científica, gracias a la labor que realiza Fundación Occident y el apoyo que ofrece a instituciones y organismos para poder avanzar en los programas en los que trabajan Fundación Occident y CNIC celebraron una jornada científica para la presentación de los resultados preliminares con los dos investigadores que participan en el programa Investigadores Visitantes de Fundación Occident, el Dr. Mark Hlatky y el Dr. Carlos Morillo. Este evento consolida así la relación científica entre ambos organismos, además de atraer la presencia de investigadores de prestigio internacional al CNIC.

En esta ocasión, la jornada contó en representación de Fundación Occident con la presencia de Laura Halpern, vicepresidenta, y Susana Codina, subdirectora, y de los dos investigadores visitantes, el Dr. Hlatky y el Dr. Morillo. Por parte del CNIC asistieron el Dr. Valentín Fuster, Alberto Sanz, el Dr. Vicente Andrés, Antonio Ureña y Beatriz Ferreiro, así como los anfitriones en el CNIC del Dr. Hlatky, el Dr. Borja Ibáñez y la Dra. Inés García Lunar, y los del Dr. Morillo, el Dr. David Filgueiras y el Dr. José Jalife.

Hasta ahora ya han participado en este programa en el CNIC 8 científicos. Además de Mark Hlatky y Carlos Morillo, Guillermo Oliver, Benedetta Izzi y Raffaele Strippoli, Sandeep V. Pandit, Stuart Pocock y Gabriel Núñez fueron los científicos que se han beneficiado de este programa.

CARLOS MORILLO

CARLOS A. MORILLO

Universidad de Calgari

Dr. Carlos A. Morillo, Profesor Titular en el Departamento de Ciencias Cardiovasculares e Investigador Clínico senior en el Libin Cardiovascular Institute de la Universidad de Calgary

“El balance es importante porque alguien que solo sabe de ciencia, al final, no sabe nada”

Dr. Carlos A. Morillo es Profesor Titular en el Departamento de Ciencias Cardiovasculares e Investigador Clínico senior en el Libin Cardiovascular Institute de la Universidad de Calgary, en Canadá.

Sus principales áreas de investigación están relacionadas con el diseño de estudios clínicos en arritmias cardíacas, síncope y tratamiento y manejo de la enfermedad de Chagas. Junto con los investigadores del CNIC José Jalife y David Filgueiras han investigado nuevas formas de tratar la fibrilación auricular, el trastorno de ritmo cardíaco más frecuente del mundo. El Dr. Morillo ha participado en el programa de Investigadores Visitantes de Fundación Occident y CNIC.

¿Cómo conoció el programa de Investigadores Visitantes de Fundación Occident y CNIC?

Un poco por casualidad. Estaba participando en un congreso sobre fibrilación auricular y me encontré con el Dr. José Jalife, quien me habló del programa. Lo cierto es que yo ya tenía la idea de tomarme un año sabático. Tras varios años como jefe de la División de Cardiología en la Universidad de Calgary (Canadá), pensé que era un buen momento. A través del Dr. Jalife y el Dr. Valentín Fuster, establecimos la conexión, y así fue como envié la solicitud para participare en el programa de Investigadores Visitantes.

Qué le parece el CNIC?

He estado en muchas instituciones en todo el mundo y puedo decir que las del CNIC son de primer nivel. Tienen un personal muy cualificado y he podido interactuar con personas muy interesantes. La verdad es que las instalaciones son únicas y de las mejores que he visto. He interactuado con el grupo de David Filgueiras y he visto una infraestructura extraordinaria, especialmente en la parte experimental y el animalario, con tecnología punta que facilita enormemente las investigaciones.

¿Qué diferencias encuentra entre el CNIC y otras instituciones?

El CNIC está muy bien estructurado y organizado. Aquí, las diferentes secciones se comparten dentro del mismo centro, lo que aumenta la eficiencia. En muchas otras instituciones, cada grupo tiene su propio laboratorio y no se comparte mucho, lo que disminuye la eficiencia. Aquí, esa integración realmente funciona muy bien.

¿Qué puede decirnos sobre su trabajo en Canadá?

Estoy en la Universidad de Calgary, en un centro que coordina los servicios de cardiología para la ciudad. También es un instituto de investigación con diferentes grupos que trabajan en ciencias básicas y clínicas. Antes de Calgary, estuve en la Universidad de McMaster en el Population Health Research Institute, que es uno de los institutos que genera más estudios clínicos. Sin embargo, no tenía la infraestructura que tenemos aquí en el CNIC, donde hay salas bien equipadas con máquinas de resonancia magnética y TAC que facilitan mucho el trabajo.

¿En qué áreas de la cardiología trabaja?

Soy electrofisiólogo y trabajo principalmente en tres áreas de investigación: fibrilación auricular, donde diseño estudios clínicos sobre ablación y nuevos anticoagulantes; disfunción autonómica, enfocándome en cardio-neuroablación; y enfermedad de Chagas, investigando nuevos fármacos para esta cardiopatía que es prevalente en Latinoamérica. Aunque el Chagas es una enfermedad autóctona de Latinoamérica, se calcula que, en España, debido a la inmigración, hay cerca de 150.000 personas con la infección.

Yo empecé haciendo investigación básica cuando inicié mi carrera en electrofisiología en el año 90. Describí el primer modelo de fibrilación auricular y llevé a cabo las primeras ablaciones con crioablación. Basado en ese modelo, el doctor Jalife hizo otras descripciones de cómo localizar los circuitos que producen la fibrilación auricular. Después me dediqué más a la parte clínica, pero ahora, quise volver a la raíz de investigación y estoy en el CNIC con Pepe [Jalife] y David [Filgueiras] haciendo varios estudios. Uno de ellos es un trabajo donde estamos tratando de diseñar un anticuerpo que actúe sobre un canal específico en la aurícula para producir un antiarrítmico eficiente y seguro. En los últimos 30 años no ha habido ningún desarrollo significativo de antiarrítmicos, y la fibrilación auricular afecta a 40 millones de personas en el mundo; y no podemos ablacionar a todos. Se necesitan medicamentos efectivos. Parte de lo que estoy haciendo con el modelo experimental desarrollado en el CNIC es probar estos nuevos fármacos para ver si podemos prevenir la fibrilación auricular y, sobre todo, su progresión.

Ciencia básica y clínica

Creo que la forma en que los desarrollos de ciencias básicas se pueden traducir más rápidamente es cuando uno también es clínico. A veces hay muchas cosas que se hacen en investigación básica que se quedan en un laboratorio y casi nunca se traducen a efectos clínicos prácticos. Siempre he estado interesado en tratar de tender ese puente para poder acelerar esos cambios y descubrimientos y trasladarlos a los pacientes.

¿Cómo surge su interés en la enfermedad de Chagas?

Me involucré en la investigación de Chagas de una forma muy curiosa: por mi interés en el sistema nervioso autónomo. Cuando me encontraba en la Universidad de Virginia, estaba trabajando como electrofisiólogo en Richmond (EEUU) y un investigador de Colombia me contactó, mencionando que había visto mis estudios. Me dijo: “Yo trabajo en una enfermedad llamada enfermedad de Chagas, que afecta el corazón y los nervios del corazón”. La cardiopatía chagásica, causada por un parásito, es muy ávida del tejido del corazón, especialmente del tejido de conducción. Esto puede producir arritmias, muerte súbita y una cardiopatía dilatada. Es la causa más frecuente de fallo cardíaco y muerte súbita en Latinoamérica.

Estuve en Colombia, en Bucaramanga, donde hay una alta incidencia de la enfermedad y trabajé en el diseño de estudios para tratar esta cardiopatía. En la Universidad de McMaster diseñamos un estudio llamado BENEFIT, que ha sido el más grande en Chagas, donde randomizamos a 3.000 pacientes para recibir un fármaco o un placebo, con el fin de ver si esta droga podía detener o retrasar el desarrollo de la cardiopatía. Desafortunadamente, los resultados del estudio no fueron totalmente positivos, pero abrió el camino para realizar otros estudios.

Además, la enfermedad de Chagas siempre ha sido calificada como una enfermedad olvidada, y la industria farmacéutica, considerándola una enfermedad de pobres, nunca estuvo interesada en desarrollar tratamientos. Después del estudio, tuvimos contactos con otros laboratorios para desarrollar nuevas moléculas, algunas de las cuales han funcionado. También colaboré con un grupo llamado Drugs for Neglected Diseases, una fundación ubicada en Ginebra y Brasil, para desarrollar nuevos fármacos en enfermedades desatendidas.

En este momento, estamos conduciendo un estudio con la Fundación Novartis para utilizar fármacos que se han usado en insuficiencia cardíaca de origen isquémico, con el objetivo de ver si previenen la insuficiencia cardíaca en pacientes con Chagas y si previenen la progresión de la enfermedad y la muerte súbita.

¿Tienen ya datos?

Ya hemos incluido a 1.000 pacientes. Ahora necesitamos un año y poco de seguimiento, y probablemente a finales de este año o el próximo estaremos presentando los resultados.

¿Este sería el primer tratamiento específico para la cardiopatía chagásica?

Sí. No hay nada específico actualmente. Se utilizan los tratamientos convencionales, pero nunca se han hecho estudios específicos en esta cardiopatía, que es mucho más acelerada que la cardiopatía isquémica o la cardiopatía dilatada. Los pacientes con Chagas desarrollan insuficiencia cardíaca y mueren mucho más jóvenes, con una edad promedio de 40 a 50 años, mientras que la cardiopatía isquémica afecta a personas de 60 a 65 años.

El Chagas tiene una carga de enfermedad importante en Latinoamérica. Hoy en día se estima que hay entre 10 y 15 millones de personas en riesgo y que no tienen un tratamiento específico. Chagas es endémico en Argentina, Colombia, Brasil, Venezuela (aunque en menor medida), Bolivia (con muchos casos), Perú y en Centroamérica, especialmente en Nicaragua, El Salvador y México. También se han descrito casos autóctonos en el sur de Estados Unidos, en Texas.

De alguna manera, el objetivo no es solo reutilizar esos fármacos, sino ver si los medicamentos que sirven para otros tipos de cardiopatías podrían ser efectivos en Chagas. Estos fármacos estarían fuera de patente, lo que los haría asequibles para los sistemas de salud.

Es el principio de “reutilización” de medicamentos. Hemos utilizado fármacos que sabemos que funcionan en otras condiciones, pero que nunca se han demostrado efectivos en Chagas.

¿Ha pensado en volver a trabajar en Colombia?

Yo estudié medicina en Colombia, en Bogotá, y después fui a Canadá y volví a hacer cardiología y electrofisiología. Regresé a Colombia durante 6 años con un programa de repatriación de investigadores de Colciencias o Instituto Colombiano para el Avance de Ciencia, algo así como el Instituto Nacional de la Salud (NIH en inglés) de EEUU. Instalé un grupo de investigación clínica y básica en Chagas y otras enfermedades. Aunque regresé a Canadá, siempre he incluido a centros colombianos en mis estudios clínicos y he entrenado a muchos investigadores de Latinoamérica, algunos de los cuales han regresado a sus países para continuar la investigación.

Y la otra forma que he hecho es que he entrenado mucha gente de Colombia y de Latinoamérica en McMaster y en Calgary, donde los entrenaba en investigación y metodología, y se han repatriado. Algunos se han quedado en diferentes sitios del mundo, pero muchos han retornado al país para tratar de generar una continuidad en la producción de ciencia en sus países de origen.

¿Cómo ve el apoyo a la ciencia en Colombia?

Hay un interés en la ciencia y tecnología, aunque depende del clima político. Se ha logrado establecer una ley para dirigir un porcentaje de las regalías del petróleo y otros recursos a la ciencia y tecnología, lo cual ha sido muy importante para el avance del país en este ámbito.

El doctor Valentín Fuster siempre habla de lo importante que es tener una masa crítica.

Yo creo que es una combinación de factores por los que muchos, desafortunadamente, hemos terminado fuera del país, algunos por razones personales, pero muchos por razones de la infraestructura. Creo que la mayoría de los que estamos fuera hemos tratado de retribuir, tratando de seguir involucrados con la generación de ciencia en el país. Yo creo que ha cambiado la actitud y se está creando esa masa crítica en Bogotá, Bucaramanga, Barranquilla, Cali, Medellín, digamos ciudades principales, y algunas ciudades intermedias, donde ya hay investigadores que están haciendo cosas importantes en Colombia. Se han hecho contribuciones importantes en chagas, malaria, dengue y en otras enfermedades infecciosas. Específicamente en enfermedades cardiovasculares varios investigadores han sido importantes en varios estudios clínicos que han cambiado la práctica de la cardiología a nivel global. Así que yo creo que vamos por buen camino.

¿Cómo son las actuales generaciones de científicos?

La generación actual busca un balance entre la vida personal y profesional. Sin embargo, también veo a muchos jóvenes dedicados en el CNIC. Creo que depende del mentor y del ejemplo que uno dé. Aunque el equilibrio es importante, la dedicación también es crucial para avanzar en la ciencia.

Usted viene de una familia de médicos. ¿Cómo influyó eso en su carrera?

Vengo de una familia de médicos: mi padre era médico, mi abuelo era médico, y tengo tres hermanos médicos y 16 primos-hermanos que también son médicos. Sin embargo, mis hijos no quisieron dedicarse a la medicina.

Recuerdo un día en verano cuando mi hija mayor me dijo: “Papá, ¿crees que a nosotros nos importa cuántos artículos tienes en el New England Journal of Medicine? Si te pregunto cuántos artículos tenía algún médico famoso, ¿sabrías responderme? A nosotros no nos interesa eso, queremos que nos dediques tiempo, pero nunca tienes tiempo para nosotros”. Me quedé pensando y reflexioné sobre cómo la nueva generación busca un balance entre la carrera y la vida personal. Sin embargo, yo vengo prácticamente todos los días al laboratorio del CNIC, y veo a jóvenes que están aquí hasta las 19:00 o 20:00. Eso depende mucho del mentor, uno lidera con el ejemplo. Si los jóvenes ven eso, algunos seguirán ese camino mientras que otros tendrán intereses diferentes, lo cual también es válido.

Generacionalmente las cosas han cambiado. Mi padre, que era neurofisiólogo y se entrenó en el NIH con gente que ganó el Premio Nobel, pertenecía a otra generación. El balance es importante porque alguien que solo sabe de ciencia, al final, no sabe nada. Hay que ser como los hombres del Renacimiento, como Da Vinci, que pintaba, sabía de música y filosofía. Bach, por ejemplo, tenía 22 hijos y era capaz de escribir una cantata para cada día del año.

Hablando de mentoría, ¿cómo aprendió a ser un buen mentor?

En mi caso particular, lo aprendí de mi padre. Mi padre era neurofisiólogo, tenía un laboratorio experimental y también era clínico. Todos los sábados venían tres o cuatro estudiantes a casa a comer, y él hacía seminarios donde se hablaba de ciencia, pero también de música y literatura. Así creó un grupo de estudiantes que luego se convirtieron en profesores. Siempre vi en él una forma efectiva de mentoría.

No todos están hechos para ser mentores. En el ámbito académico, a veces tenemos dificultades porque no todos sirven para ser mentores o investigadores, y eso está bien. Algunos son excelentes clínicos, y no necesitan ser investigadores. Todos tienen su lugar en el tablero de ajedrez, y un peón puede ser tan importante como un alfil si se mueve correctamente. Ciencia no es solo sentarse a escribir protocolos; hay quienes consiguen pacientes para estudios clínicos, y eso también es crucial.

La mentoría empieza sentándose con los jóvenes, revisando un artículo, incitándolos a acompañarnos en experimentos. De cien, quizá diez o quince terminarán siendo investigadores. Esta carrera es difícil y el manejo de la frustración es importante. Sin embargo, si uno tiene una estructura de investigación, también será un mejor clínico.

Desde pequeño ¿quería ser científico?

Somos cinco hermanos, cuatro varones y una mujer. Los tres mayores somos médicos, mi hermana es fotógrafa y mi hermano menor hace cine y fotografía. De pequeños, mi padre nos llevaba a su laboratorio, donde tenía gatos y conejos con electrodos porque estudiaba el cerebro. Investigaba el núcleo de la saciedad y el núcleo de la rabia y la sustancia reticular. Estuve expuesto a todo eso desde pequeño.

Ese ambiente me recuerda al libro “El olvido que seremos”, de Héctor Abad Faciolince. ¿No solo era ciencia, sino también música y literatura?

Sí, mi padre era un hombre muy particular que nos inculcó el amor por la música y la literatura. Durante la cena, siempre decía cosas como: “Hoy es el día del griego”. En casa había microscopios y libros, y los compañeros de la facultad venían a estudiar. Le tenían un respeto increíble, era el director del departamento de fisiología y farmacología y también el decano de la facultad. Nos enseñaba a través de conversaciones y nos dejaba libros o revistas en la almohada para que los leyéramos, y meses después nos preguntaba sobre ellos.

¿Qué valoración hace del programas de Investigadores Visitantes de Fundación Occident?

Creo que son excelentes. No importa en qué etapa de la carrera estés, siempre hay que intentar reinventarse, especialmente en áreas académicas y científicas. Para mí, este programa ha sido como un regreso a lo que hacía hace 30 años, en los años 90, y me encanta porque me estimula, me da nuevas ideas. Gracias a la Fundación y su programa para científicos senior, tenemos la oportunidad de dedicar un año a cosas que no hacíamos hace mucho tiempo y a las que probablemente aún podemos contribuir significativamente.


ANDREW HLATKY

DR. ANDREW HLATKY

Universidad de Stanford

Dr. Mark Hlatky: Cardiólogo y Profesor de Políticas de Salud y Medicina de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford

“Respondemos a problemas emergentes, pero los problemas crónicos como enfermedades cardíacas no generan la misma respuesta urgente”

El Dr. Mark Hlatky es cardiólogo y Profesor de Políticas de Salud y Medicina de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford. Sus principales campos de investigación son los ensayos clínicos y los métodos de investigación clínica. El Dr. Hlatky ha participado en numerosos ensayos clínicos aleatorizados multicéntricos de gran envergadura, como estudios de revascularización coronaria, tratamiento del infarto agudo de miocardio, terapia hormonal para prevenir enfermedades cardiovasculares en mujeres y tratamiento de arritmias ventriculares potencialmente mortales. Fue pionero en la recopilación de datos sobre resultados económicos y de calidad de vida como parte de ensayos aleatorizados, lo que se ha convertido en una herramienta estándar en la investigación de resultados. También ha desarrollado modelos de decisión para evaluar la eficacia y la rentabilidad de una amplia variedad de estrategias clínicas, como la prevención de la muerte súbita cardíaca, el uso de pruebas para guiar el tratamiento preventivo de las enfermedades cardíacas, etc. Durante su estancia en CNIC, junto a los investigadores Borja Ibáñez e Inés García, estudia los efectos del embarazo en la salud cardiovascular de la mujer.

¿Cómo conoció del Programa Investigadores Visitantes de Fundación Occident?

Soy profesor en la Universidad de Stanford y pertenezco a los departamentos de política de salud y medicina cardiovascular. Mi investigación se centra en estudios clínicos poblacionales, evaluando si los tratamientos funcionan, en quiénes funcionan y si valen el dinero invertido. Durante muchos años fui editor asociado en el Journal of the American College of Cardiology, primero con Tony Demaria y luego con el Dr. Valentín Fuster. Todas las semanas asistía a reuniones con el Dr. Fuster y el Dr. Borja Ibáñez. Además, mi área de investigación está relacionada con sus intereses.

En Stanford, puedes disponer de un periodo sabático para pensar nuevas ideas y conocer gente nueva. No es obligatorio, es opcional. Había acumulado el máximo tiempo permitido: 12 meses. Y mi esposa dijo: España, ya que parte de su herencia es española y le gusta el país. Hablé con el Dr. Fuster y el Dr. Ibáñez y dijeron que sí, que me recibirían con gusto.

¿Había participado en programas de intercambio similares?

He hecho sabáticos en Oxford (Reino Unido), Bolonia (Italia) y Copenhague (Dinamarca). Conocer a diferentes personas, aprender nuevas ideas y colaborar de manera diferente es muy valioso. El Dr. Fuster me habló del programa con la Fundación Occident. Escribí una propuesta y me preguntaron en qué quería trabajar. En Stanford, estamos interesados en aprender las razones específicas por las que las mujeres desarrollan enfermedades del corazón. Observamos que problemas como la preeclampsia durante el embarazo aumentan el riesgo de enfermedades cardíacas futuras. Este proyecto implica examinar biomarcadores en mujeres con y sin historial de preeclampsia en Stanford y Dinamarca.

Además, al conocer el proyecto PESA-CNIC-Santander, pensamos analizar a las mujeres participantes para ver cómo los factores del embarazo afectan su riesgo de aterosclerosis. Propusimos observar complicaciones del embarazo y otros factores de riesgo reproductivo únicos en las mujeres del grupo PESA.

Su trabajo también se centra en estudios de coste-eficacia de los tratamientos.

Las evaluaciones económicas no son comunes en Europa. Evaluamos si los precios de los medicamentos son acordes a su eficacia. Un nuevo tratamiento para la enfermedad cardíaca amiloide, por ejemplo, es muy caro. En EEUU trabajo en políticas de salud, asegurando que los medicamentos justifiquen su coste. Queremos que las empresas tengan incentivos para desarrollar medicamentos y obtengan una recompensa financiera razonable, pero no excesiva. Parte de la investigación ha sido financiada con fondos públicos. Es un problema político más que científico. Queremos mejores tratamientos, pero muchos nuevos tratamientos solo llegan a pocas personas debido a su alto coste.

¿Considera que la pandemia nos ha enseñado a trabajar conjuntamente en el desarrollo de tratamientos?

La pandemia demostró que gobiernos y sector privado pueden colaborar en emergencias. Sin embargo, no vemos la misma urgencia para las enfermedades cardíacas o el cáncer.

Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en el mundo, ¿no es una pandemia?

Aunque es un buen mensaje, no se percibe igual. Respondemos a problemas emergentes, pero los problemas crónicos como enfermedades cardíacas o muertes por armas no generan la misma respuesta urgente.

Ha mencionado la mentoría, ¿cómo de importante es para las sociedades jóvenes?

La mentoría es crucial para aprender a hacer investigación y conectarse con personas que pueden ayudar en la carrera. Los mentores ayudan a entender qué es bueno para las carreras y ofrecen conexiones valiosas. También apoyan en problemas personales, como equilibrar la vida familiar y profesional.

La carrera de investigación obliga a salir del entorno conocido. ¿Existe miedo al retorno?

Hablé con muchas personas en el CNIC que pasaron tiempo en EEUU Formarse en América es un plus porque te hace diferente al regresar. Salir sirve para aprender cosas nuevas. Yo mismo lo estoy haciendo con el Programa de la Fundación Jesús Serra de Investigadores Visitantes. Irse a estudiar en otras instituciones y regresar es muy positivo. En Dinamarca, hay un programa donde estudiantes de medicina van a EEUU a trabajar en laboratorios con mentores (DARE). Trabajé con un par de sus estudiantes y fue un gran programa porque tenían acceso a cosas que nunca habrían visto, como por ejemplo reuniones con profesionales de Silicon Valley. El gobierno danés y las fundaciones lo patrocinaron porque dijeron que era una buena inversión para los investigadores de Dinamarca. Es una gran oportunidad para aprender y acceder a experiencias únicas.

¿Ha visto diferencias entre la carrera de investigación en España y en EEUU?

En Europa hay menos posiciones, especialmente en universidades y centros académicos. En EEUU, es más competitivo y hay más movimiento; la gente estudia en un lugar y se mueve con más facilidad que en Europa.

El proyecto REACTIVA, dirigido por el Dr. Miguel Torres del CNIC, recibe un ERC Advanced Grant