Un benefactor nombra al CNIC su heredero universal
La filantropía, una vía para vincular a particulares con instituciones dedicadas a investigaciones que aumenten la calidad de vida y mejoren la sociedad, es un acto de generosidad no suficientemente reconocido hoy día
Un ciudadano anónimo comprometido con la investigación científica y la salud ha decidido nombrar al Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III (CNIC) como su ‘heredero universal’, donando así todos sus bienes al CNIC en su testamento.
La acción desinteresada de este anónimo benefactor no es algo muy frecuente en España, aunque sí en los países anglosajones donde hay una mayor tradición de lo que se denomina ‘charity’. En nuestro país no es habitual que las personas donen su dinero para proyectos de investigación, aunque muchas veces hay individuos que quieren ayudar y no saben cómo hacerlo. Algunas instituciones científicas tratan de fomentar el mecenazgo mediante campañas, ya que los fondos aportados por los ciudadanos pueden servir para generar nuevos contratos de investigación, mejorar los equipos o permitir que los investigadores puedan entrar en contacto a través de estancias e intercambios con los mejores centros del mundo.
Respeto a la investigación
En este caso, el benefactor es una persona que a su generosidad añade un profundo respeto por el trabajo de los científicos españoles, a los que considera en la vanguardia de la comunidad científica, además de una experiencia personal muy cercana al mundo de la salud, habiendo podido comprobar en el día a día de la actividad hospitalaria la necesidad de dotar a la medicina de nuevos avances a través de la investigación y así advertir cómo ambas disciplinas se complementan. Precisamente el CNIC representa para este generoso benefactor un claro ejemplo de traslación de la investigación a la mejora de la salud y por dicha razón ha merecido su especial consideración.
El CNIC agradece el apoyo a la investigación de su benefactor. La filantropía, una vía para vincular a particulares con instituciones dedicadas a investigaciones que aumenten la calidad de vida y mejoren la sociedad, es un acto de generosidad no suficientemente reconocido hoy día. La buena noticia es que en nuestro país hay cada vez más personas comprometidas con la ciencia y que, de esta u otra forma, participan económicamente en el fomento de la investigación. La sociedad debe considerar la investigación en salud como un patrimonio de alto valor, como una inversión de la que todos somos corresponsables y que nos retornará un mejor abordaje a los problemas de salud que muchos de nosotros o nuestros familiares tendremos en el futuro.