a relación entre la salud cardiovascular y el deterioro cognitivo en personas mayores es cada vez más clara. Lejos de ser una enfermedad exclusivamente cerebral, el alzhéimer parece tener una base vascular significativa, lo que obliga a reconsiderar el enfoque con el que se abordan estas enfermedades neurodegenerativas.
Durante la CNIC Conference 2024 “Factores de Riesgo Cardiovasculares y Salud Cerebral”, se ha debatido el papel central que los factores de riesgo cardiovasculares juegan en la aparición y progresión de diversas formas de demencia. La conferencia resaltó que las alteraciones vasculares no solo afectan al corazón y los vasos sanguíneos, sino también al cerebro. Estas alteraciones, que pueden aparecer muchos años antes de los primeros síntomas cognitivos, ofrecen una ventana de oportunidad crucial para intervenir antes de que el daño sea irreversible.
Uno de los principales hallazgos discutidos es que los factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo y el sedentarismo, no solo incrementan el riesgo de enfermedad cardíaca, sino que también pueden provocar daños a largo plazo en la red de capilares del cerebro. Cualquier alteración crónica en estos vasos sanguíneos puede desencadenar o acelerar el deterioro cognitivo.
El enfoque tradicional sobre las enfermedades neurodegenerativas ha priorizado el estudio desde una perspectiva exclusivamente cerebral, pero la evidencia reciente señala que el sistema vascular también juega un papel crucial. Este cambio de paradigma es esencial para diseñar estrategias más eficaces de prevención y tratamiento. Los factores de riesgo cardiovascular, si son detectados y controlados a tiempo, pueden ofrecer una vía para reducir la incidencia de enfermedades como el alzhéimer.
Este enfoque integrador, que une los campos de la cardiología y la neurología, abre nuevas posibilidades para el tratamiento de enfermedades que afectan a millones de personas en todo el mundo. Al comprender mejor cómo interactúan los sistemas cardiovascular y cerebral, se puede avanzar en la prevención y, en última instancia, en la búsqueda de posibles curas para las enfermedades neurodegenerativas.
La ciencia apunta hacia una visión más holística de la salud, donde el corazón y el cerebro están interconectados. Cuidar la salud cardiovascular, mediante la adopción de hábitos de vida saludables y el control de los factores de riesgo, no solo prolonga la vida, sino que también puede preservar la calidad de vida, evitando el deterioro cognitivo que tantas personas padecen en la vejez. Proteger el corazón es, cada vez más, proteger la mente.
El envejecimiento de la población y la sofisticación de los tratamientos en los países desarrollados han dejado claro que invertir en prevención es, en general, más eficiente que invertir en tratamiento, apunta Marina Pollán, Directora del Instituto de Salud Carlos III en este número del CNIC Pulse. Retrasar la aparición de enfermedades, dice, no solo mejora la salud de la población, sino que también es clave para mantener la sostenibilidad del sistema de salud. El desafío de la prevención, sin embargo, radica en que, a diferencia del tratamiento, no siempre es valorada por quienes se benefician, ya que el paciente futuro desconoce que su enfermedad ha sido evitada o retrasada.